HORA INTERMEDIA

HORA INTERMEDIA


HIMNO

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia todo
lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

Gloria a Dios Padre,
gloria a Dios Hijo,
igual por siempre
gloria al Espíritu. Amén.



Salmodia complementaria. (En la parte inferior de esta página: para todas las Horas)

Si la solemnidad cae en Domingo, se dicen los salmos del Domingo de la semana 1ª.



TERCIA
Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, con María la madre de Jesús. 


LECTURA BREVE 
Rom 12, 11c-14, 15-16a, 17b
Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros, procurad la buena reputación entre la gente. 


RESPONSORIO BREVE
V/. María conservaba todas estas cosas. 
R/. Meditándolas en su corazón. 



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SEXTA
Ant. Dijo la madre de Jesús: “Haced lo que él os diga”.


LECTURA BREVE 
St 1, 27
La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo. 


RESPONSORIO BREVE
V/. He aquí la esclava del Señor
R/. Hágase en mí según tu palabra.



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NONA
Ant. Dijo el Señor a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. 


LECTURA BREVE 
1Tes 2, 7-8
Nos mostramos amables con vosotros como una madre cuida con cariño de sus hijos. Queriéndoos de esta manera, deseábamos entrega- ros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras personas, porque os habíais ganado nuestro amor.


RESPONSORIO BREVE
V/. Dichoso el vientre de María, la Virgen. 
R/. Que llevó al hijo del eterno Padre. 




Oración
Dios de misericordia que has derramado tu ardiente amor hacia los pobres y los huérfanos en el corazón de la Virgen María: concédenos, por su maternal intercesión, crecer siempre en el testimonio de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.



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SALMODIA COMPLEMENTARIA



Serie I (Tercia)

Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, con María la madre de Jesús.

Salmo 119
Deseo de la paz


Estad firmes en la tribulación,
sed asiduos en la oración (Rm 12,12)

En mi aflicción llamé al Señor,
      y él me respondió.
      Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
      de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandarte Dios,
      lengua traidora?
      Flechas de arquero,
      afiladas con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
      acampado en Cadar!
      Demasiado llevo viviendo
      con los que odian la paz;
      cuando yo digo: «Paz»,
      ellos dicen: «Guerra».





Salmo 120
El guardián del pueblo

Ya no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el sol ni el bochorno (Ap 7, 16).

Levanto mis ojos a los montes:
      ¿de dónde me vendrá el auxilio?
      El auxilio me viene del Señor,
      que hizo el cielo y la tierra. 

No permitirá que resbale tu pie,
      tu guardián no duerme;
      no duerme ni reposa
      el guardián de Israel. 

El Señor te guarda a su sombra,
      está a tu derecha;
      de día el sol no te hará daño,
      ni la luna de noche. 

El Señor te guarda de todo mal,
      él guarda tu alma;
      el Señor guarda tus entradas y salidas,
      ahora y por siempre.




Salmo 121
La ciudad santa de Jerusalén

Os habéis acercado al monte
Sión, ciudad del Dios vivo,
Jerusalén del cielo (Hb 12, 22).

¡Qué alegría cuando me dijeron:
      «Vamos a la casa del Señor»!
      Ya están pisando nuestros pies
      tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
      como ciudad bien compacta.
      Allá suben las tribus,
      las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
      a celebrar el nombre del Señor;
      en ella están los tribunales de justicia,
      en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
      «Vivan seguros los que te aman,
      haya paz dentro de tus muros,
      seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
      voy a decir: «La paz contigo».
      Por la casa del Señor, nuestro Dios,
      te deseo todo bien.


Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, con María la madre de Jesús.




Serie II (Sexta)

Ant. Dijo la madre de Jesús: “Haced lo que él os diga”.

Salmo 122
El Señor, esperanza del pueblo

Dos ciegos... se pusieron a
gritar: «¡Ten compasión de nosotros,
Señor, Hijo de David!» (Mt 20, 30).

A ti levanto mis ojos, 
      a ti que habitas en el cielo. 

Como están los ojos de los esclavos 
      fijos en las manos de sus señores, 
      como están los ojos de la esclava 
      fijos en las manos de su señora, 
      así están nuestros ojos 
      en el Señor, Dios nuestro, 
      esperando su misericordia. 

Misericordia, Señor, misericordia, 
      que estamos saciados de desprecios; 
      nuestra alma está saciada 
      del sarcasmo de los satisfechos, 
      del desprecio de los orgullosos.




Salmo 123
Nuestro auxilio es el nombre del Señor

Dijo el Señor a Pablo: «No temas...,
que yo estoy contigo» (Hch 18, 9. 10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
      -que lo diga Israel-,
      si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
      cuando nos asaltaban los hombres,
      nos habrían tragado vivos:
      tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
      llegándonos el torrente hasta el cuello;
      nos habrían llegado hasta el cuello
      las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
      en presa a sus dientes;
      hemos salvado la vida, como un pájaro
      de la trampa del cazador:
      la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
      que hizo el cielo y la tierra.




Salmo 124 
El Señor vela por su pueblo

Paz sobre el Israel de Dios (Ga 6, 16) 

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
      no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
      y el Señor rodea a su pueblo
      ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
      sobre el lote de los justos,
      no sea que los justos extiendan
      su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
      a los sinceros de corazón;
      Y a los que se desvían por sendas tortuosas,
      que los rechace el Señor con los malhechores.
      ¡Paz a Israel!


Ant. Dijo la madre de Jesús: “Haced lo que él os diga”.





Serie III (Nona)

Ant. Dijo el Señor a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. 

Salmo 125 
Dios, alegría y esperanza nuestra

Si sois compañeros en el sufrir 
también lo sois en el buen ánimo (2Co 1, 7) 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
      nos parecía soñar:
      la boca se nos llenaba de risas,
      la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
      «El Señor ha estado grande con ellos».
      El Señor ha estado grande con nosotros,
      y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
      como los torrentes del Negueb.
      Los que sembraban con lágrimas
      cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
      llevando la semilla;
      al volver, vuelven cantando,
      trayendo sus gavillas.




Salmo 126 
El esfuerzo humano es inútil sin Dios

Sois edificio de Dios (1Co 3, 9) 

Si el Señor no construye la casa,
      en vano se cansan los albañiles;
      si el Señor no guarda la ciudad,
      en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
      que veléis hasta muy tarde,
      que comáis el pan de vuestros sudores:
      ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
      su salario, el fruto del vientre:
      son saetas en mano de un guerrero
      los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
      con ellas su aljaba:
      no quedará derrotado cuando litigue
      con su adversario en la plaza.




Salmo 127
Paz doméstica en el hogar del justo

«Que el Señor te bendiga desde Sión», 
es decir, desde su Iglesia (Arnobio) 

Dichoso el que teme al Señor
       y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,
      serás dichoso, te irá bien;
      tu mujer, como parra fecunda,
      en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
      alrededor de tu mesa:
      ésta es la bendición del hombre
      que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
      que veas la prosperidad de Jerusalén
      todos los días de tu vida;
      que veas a los hijos de tus hijos.
      ¡Paz a Israel!

Ant. Dijo el Señor a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. 

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